miércoles, 24 de octubre de 2012

Te dejo, te jodes y me echas de menos.

"A ver quién fue el gilipollas que dijo que amar era lo más bonito y no lo más jodido". Eso era lo que se planteaba cada vez que se sentaba frente a la pantalla del ordenador y sonaba esa canción que le removía todo dentro.
"Piensa estúpida, piensa". Se decía todo el rato, para autoconvencerse de que aquel idiota que le había prometido amor eterno era el más farsante de todos los tipos con los que se había encontrado. Pero es que aquel idiota la tenía destrozada por dentro. Por fuera siempre llevaba una sonrisa que le costaba la vida sacar. Aquel idiota que sabía como besarle, como abrazarle, como decirle un "te quiero, fea" en el momento exacto. Sabía como prometerle el cielo, e incluso sabía como bajárselo. Aquel idiota que sabía justo donde disparar para que se rompiera en mil pedazos, en mil no, en diez mil. Aquel idiota, bueno, tan idiota no era si sabía que cigarrillo acompañar al tequila del malo y de que forma tenía que besarle para dejarle huella en su alma. Aquel idiota que sabía que tenía su nombre tatuado a hostias, y eso era imborrable. Aquel idiota que dijo eso de que para olvidar el fuego iba de puta madre.
Y ahora está allí ella, que ya ni siquiera es ella, quemando sus fotos, sus cartas e intentando quemar los recuerdos y las huellas sobre su cuerpo. Pero el fuego para eso no funciona, solo el tiempo. Así que toca joderse y echarlo de menos, a él y a todas sus idioteces que tanto le gustaban.

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