jueves, 25 de abril de 2013

Volvería a su casa.

Deseaba huir. Irse de aquel lugar solitario en el que se había criado. A veces, cuando nadie la oía, lloraba desconsoladamente, intentando que alguna de aquellas lágrimas fuera capaz de sacarla de allí. De aquella miseria que le había tocado por vida. De aquel pedazo de tierra, olvidado por todos, recordado por nadie. Aquel día se había levantado especialmente agría, especialmente fría. Siempre lo había sido. Pero aquella mañana más. El frío aire golpeaba su cara, fuerte. Haciéndole recordar lo duro que era aquel lugar, y lo que es peor, aumentando las ganas de salir corriendo. Siempre había llevado sus pensamientos por dentro. Lloraba a menudo. Pero sus lágrimas solo mojaban sus mejillas internas. Las que nadie más que ella veía, las que nadie más sentía. Se lamentaba por ello. Habría deseado que la tomaran por loca. Que la encerraran. Pero se había prometido a sí misma que no se lamentaría delante de nadie. Que no les daría el gusto. Y que algún día se iría de allí. Volvería a su casa. 

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