sábado, 24 de noviembre de 2012

Para no sufrir.

El sótano de la conciencia. Tiene muros gruesos. No está ventilado. Está oculto, a salvo de la mirada inquisitorial de los demás. Huele a humedad, está oscuro, se entra de puntillas, con cuidado, poco a poco. El sótano de la conciencia está ahí abajo. Incluso físicamente. Y está a salvo de la burbuja inmobiliaria y del bluf inmobiliario,porque todos tenemos sótano en la conciencia. Arriba está la conciencia social, la oficial, la enseñada, la aprehendida, la heredada, la presentable, luminosa, amplia, agradable, la preparada para las visitas. La que se muestra, la que nos hace uno más del rebaño. Que nos permite hacer y decir con voz alta cualquier cosa, siempre habrá gente aplaudiendo. La conciencia que está encima del sótano la diseñamos con bonitos colores. La mía es tipo loft, me gusta pensar que no es tan tradicional, elegí una conciencia como modernilla. Esa conciencia tiene jardín. Pensando... sería la foto de la familia feliz, sonriente, con dos hijos hermosos, y perro hermoso. La foto de la familia en el jardín con perro es la conciencia que toda suegra querría para su yerno, y en el fondo, la sociedad es nuestra querida y odiada suegra, y nosotros no somos otra cosa que sus queridos y vigilados yernos. Pero el sótano existe. Y aunque esté a oscuras, y entremos a tientas,nos tienta. Nos llama. Nos pide que dejemos al perrito. Nos pide que entremos solos, porque al sótano de la conciencia se baja sólo. Y que dejemos arriba todo lo buenos que somos. Abajo no hay que tener la sonrisa del millón, ni contar el chiste adecuado, ni mantener la distancia de seguridad con el prójimo, ni decir las mentiras. Abajo nos quitamos la careta. Comemos grasas saturadas, bebemos, fumamos de todo, nos masturbamos, decimos obscenidades, calculamos el asesinato perfecto, la jugada imposible pero maestra. Abajo pensamos con la vecina de enfrente, deseando que vuelva desnudarse con la ventana abierta y la luz encendia. No es hablar de cuando te tocas pensando en la hermana de tu amigo, en la mujer de tu amigo. No. Es más morboso. Nadie está lo suficiente en el sótano para darse cuenta de su tamaño. Pero es inmenso. Tiene recovecos que ni conocíamos. Explorarlo a oscuras es emocionante, es excitante, es aberrantemente placentero. Decirlo es atentar contra todos. Atreverse a decirlo te vuelve un proscrito, perseguido por la justicia moral bien pensante. Atreverse a bajar... contar que has bajado a ese sótano misterioso y prohibido. Te señalarás con el dedo hasta a ti mismo, negarás que estuviste allí ayer durante cinco minutos, hoy a la noche al meterte en la cama. Pero me gusta el calor y el fuego. Y el lado salvaje de la vida. Y estando en el porche soleado de mi bonita conciencia, saludado amablemente al vecindario… cada dos por tres recuerdo un poema, escucho una canción, se me viene una idea… Y el sótano me grita ¡ven!

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